martes, 9 de junio de 2009

NADANDO A CONTRACORRIENTE

Siempre me he preguntado si es que en mi vida he hecho algo mal para encontrarme en la situación actual.

Tal vez, me pregunto, haya maltratado en el pasado a mi cuerpo, entonces lleno de energía y vitalidad, y ahora éste me haya dicho basta.

En cierto modo me cuesta creer que con tanta vida como tengo por delante, mi cuerpo ya no pueda dar más de si.

La verdad es que sí. Sí que he maltratado a mi cuerpo. Evidentemente de una manera inconsciente, pero lo he maltratado cada vez que me decía que hiciese otra cosa diferente a la que estaba haciendo.

Durante toda mi vida mi cuerpo, el cuerpo, nos manda señales para que vayamos corrigiendo el camino del que nos apartamos.

Cada vez que el cuerpo enferma, o se siente molesto por algo el mensaje que nos manda es claro: “necesito reposar para recuperarme”.

Y nosotros, imbuidos por esta sociedad tan pasada de vueltas, y por mil y una circunstancias personales, nos obligamos, una y otra vez, a continuar con la sexta a fondo para evitar un mal comentario de los que nos rodean.

Realmente así he actuado yo una y otra vez a lo largo de mis años de vida. Y claro, llegó un momento que mi cuerpo se puso firme y me gritó: “o paras o te paro a la fuerza”.

Una vez más no le escuché, no le entendí, mejor dicho, porque escucharle ya lo creo que le escuchaba.

Y me paró. Desde entonces he entendido muchas cosas, y la más importante es que no hay nada más importante que yo.

A esto, la sociedad enfermiza en la que estamos lo llama egoísmo, y rápidamente te “obligan” a rectificar la conducta.

Pues no. El egoísmo no es malo. El egocentrismo sí que es malo. Pero casi siempre se confunden los términos.

Si bien el segundo no permite colocarse en el punto de vista del contrario, el primero nos permite valorar la situación ajena, una vez hemos sopesado lo que nos representa para nosotros. La cosa es sustancialmente diferente.

Otra cosa que entendí a raíz de mi “parada obligatoria” fue que el mundo no nos obliga a nada, y que cuando decimos que “la sociedad me empuja a hacer algo” realmente lo que sucede es que no somos capaces de resolver un problema personal.

Y es entonces cuando nos hierve la sangre porque nadamos a contracorriente, y eso siempre es costoso.

La sociedad va lanzando mensajes, incansablemente, pero nosotros somos libres de recoger los que nos interesan. Nadie nos obliga a tener hijos, o a casarnos, por ejemplo, pero parece que si no lo haces eres raro, la oveja negra del rebaño.

Y claro, como nos han enseñado que si destacas por algo que la sociedad no avala, te estás equivocando y te acabarás quedando aislado y solo, pues nosotros acatamos todos y cada uno de sus mandamientos.

Pues no, ese es otro gran error. No pasa nada porque haga lo que me apetezca. Aunque signifique ir a contracorriente.

Será mas difícil, eso sí, pero estaremos haciendo lo que realmente queremos hacer. Y nuestro cuerpo estará en armonía con nuestra mente, y solo por esto estaremos sanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario