lunes, 13 de julio de 2009

LA ESCALERA DE CUERDA

Hace tiempo ya que estoy en un profundo pozo. Eso lo sabía.

Durante mucho tiempo estuve buscando una escalera que me llevara hasta la superficie, allí, donde veía la luz.

He probado muchos tipos de escaleras, diciéndome que lo importante no era la escalera sino ir peldaño a peldaño.

La realidad es que sí me importaba la escalera. Porque cuando las cosas se ponían un poco duras, me abandonaba en una nueva caída suicida hasta el fondo.

No me he dado cuenta hasta ahora. Ahora que me vuelvo a encontrar en el pozo, si es que alguna vez he llegado a salir, y ahora que tengo ganas de volver a subir.

Pero sucede que me he sorprendido buscando una escalera mecánica, de esas de los centros comerciales, grande, rápida y bien reluciente.

Pero no. Eso no existe en la vida real. La escalera que yo tengo es precisamente la única escalera que nunca me atreví a utilizar estos años.

Es una escalera de cuerda. Gastada por el paso del tiempo. Áspera y retorcida. Tanto que a veces es muy complicado sujetarse.

Pero es una escalera mediante la que tras cada duro paso que se da, es muy difícil retroceder. Porque la propia escalera no te deja. Porque cada paso implica más que un paso, consiste en una experiencia que hace mella en el alma.

Y ahora la he visto. Aunque siempre ha estado allí.

El siguiente paso es tomar la escalera entre mis manos y poner el pie en el primer peldaño.

Ese es el primer paso de muchos otros que me llevarán hasta la superficie.

Estoy seguro que ahora si es posible, simplemente porque sé que los pasos que me llevarán a la luz anhelada son los míos. Pasos firmes y seguros de lo que pisan.