martes, 18 de mayo de 2010

LA MOCHILA EN LA CUNETA

Hoy he comenzado a caminar, dando pasos sin tener una dirección concreta.

Simplemente voy vagando por las calles.

Se ha puesto a llover, y yo sin paraguas, sencillamente me he subido el cuello de la chaqueta, y un tanto cabizbajo he continuado con mi errático camino.

Solo llevo conmigo una pequeña mochila, lo suficiente para guardar cuatro recuerdos básicos.

Las gotas de agua se confunden en mi cara con las lágrimas que mis ojos dejan caer desde ayer.

Es un llanto de alegría y de temor, de liberación y de duda.

Me siento como el día, nublado, sin poder ver el sol que hay detrás. Siento pesadez en mis pensamientos, pero a la vez una fuerza descomunal que me empuja hacia delante.

No se a donde voy, ni si este camino que al azar he escogido me llevará a un buen sitio, pero de lo que no tengo ninguna duda es que eso no es importante ahora.

Ahora solo me basta con la certeza de saberme dueño de mis pasos.

No importa el destino ni la dirección.

Ahora me noto liberado de un gran peso que portaba encima.

Al mismo tiempo, mi cuerpo, acostumbrado, hecha de menos esa carga.

Pero eso no es importante, porque estoy seguro que aprenderé a caminar de nuevo.

Es cuestión de tiempo que mi cuerpo se acostumbre a descubrir todo lo que tenía olvidado.

Estoy cansado sin llegar a estar agotado y a la vez estoy muy feliz sin llegar a la euforia.

Se que han de llegar días de reflexión, pero mientras tanto, sin forzarlos a aparecer, yo continuaré caminando sin rumbo pero con paso firme, dejándome acariciar por todas las nuevas sensaciones que me acompañan en esta nueva etapa de mi vida.

Siento la necesidad de estar aislado de todo, de todos. Pero a la vez hay un sentimiento de soledad tan grande que me empuja a estar rodeado de gente y hacer cosas sin parar.

Tal vez sea porque hoy es realmente el primer día que he estado a solas conmigo mismo.

Me gusta estar solo. Siempre me ha gustado. Antes por ser un mecanismo de defensa y ahora por ser un deseo.

Aunque la verdad es que no lo llevo demasiado bien. Es complejo estar solo, y más aún cuando se está aprendiendo.

Soy fuerte y se que podré, empujado por un único pensamiento, curarme, salir de esta. Y eso se que solo lo puedo hacer solo.

Me encanta notar la sensación de felicidad que me invade al estar totalmente solo y poder llegar a reírme a carcajada, sin esperar que nadie lo comparta conmigo, sin sentirme extraño porque no hay nadie para compartir la risa conmigo. Solo yo, mi risa y el momento que lo han provocado. Y me encanta saber que no necesito de nadie para poder reírme más todavía.