lunes, 2 de noviembre de 2009

THE WALL

Hace tiempo que un amigo me sugirió que buscase un muro por la ciudad y que me comprase un spray. Daba igual dónde estuviese el muro, lo único era que debía ser un muro por donde soliese pasar.
De este modo, cuando me apeteciese, y pasase por allí, podría unir con el spray las letras que guardo en mi mente.

Al principio me costó. No entendía porque un muro en la ciudad y un spray. Yo ya tenía mis bolígrafos y mis libretas.

Bueno, me dijo él, porque así, alguien que pase por allí como tu, podrá leer lo que has dejado de forma anónima, y tal vez, si esa persona también lleva un spray, te pueda dejar lo que piensa.

Y así lo hice. Me armé de valor y me busqué un spray. No uno cualquiera. Quería uno que llamase la atención. Colorista y llamativo, para que todos pudiesen ver lo que escribía en el muro.
Entonces me di cuenta que no escribiría por escribir. Que me convertiría en el esclavo del muro, forzado a escribir periódicamente.

Así que me deje llevar y escogí el spray que cayó en mis manos, sin darle mayor importancia.

Desde entonces, cuando me acuerdo, cuando tengo ganas y un ratito, me doy una vuelta, paso por delante del muro que escogí, y le doy unas cuantas pinceladas.

No se si lo lee alguien, pero la realidad es que eso no me importa. Porque por fin he comprendido que las cosas se han de hacer por nosotros mismos.

viernes, 2 de octubre de 2009

Y TU NO ESTAS

A través de la ventana,

observo un mundo mojado

por las lagrimas del cielo

que caen, porque tu no estas.

El cielo llora, y mi corazón se inunda

con mi propio llanto, porque tu no estas.

Te fuiste también en un día mojado.

Y todavía hoy recuerdo aquellas gotas

mojando tu piel, empapando tus cabellos.

También recuerdo mis lagrimas, cayendo

en tu cara, resbalando por tus mejillas,

como si aun pudieses llorar.

Hoy llueve, como entonces, y tu no estas...

lunes, 13 de julio de 2009

LA ESCALERA DE CUERDA

Hace tiempo ya que estoy en un profundo pozo. Eso lo sabía.

Durante mucho tiempo estuve buscando una escalera que me llevara hasta la superficie, allí, donde veía la luz.

He probado muchos tipos de escaleras, diciéndome que lo importante no era la escalera sino ir peldaño a peldaño.

La realidad es que sí me importaba la escalera. Porque cuando las cosas se ponían un poco duras, me abandonaba en una nueva caída suicida hasta el fondo.

No me he dado cuenta hasta ahora. Ahora que me vuelvo a encontrar en el pozo, si es que alguna vez he llegado a salir, y ahora que tengo ganas de volver a subir.

Pero sucede que me he sorprendido buscando una escalera mecánica, de esas de los centros comerciales, grande, rápida y bien reluciente.

Pero no. Eso no existe en la vida real. La escalera que yo tengo es precisamente la única escalera que nunca me atreví a utilizar estos años.

Es una escalera de cuerda. Gastada por el paso del tiempo. Áspera y retorcida. Tanto que a veces es muy complicado sujetarse.

Pero es una escalera mediante la que tras cada duro paso que se da, es muy difícil retroceder. Porque la propia escalera no te deja. Porque cada paso implica más que un paso, consiste en una experiencia que hace mella en el alma.

Y ahora la he visto. Aunque siempre ha estado allí.

El siguiente paso es tomar la escalera entre mis manos y poner el pie en el primer peldaño.

Ese es el primer paso de muchos otros que me llevarán hasta la superficie.

Estoy seguro que ahora si es posible, simplemente porque sé que los pasos que me llevarán a la luz anhelada son los míos. Pasos firmes y seguros de lo que pisan.

martes, 16 de junio de 2009

EL ALMA PERDIDA

Las hojas caen. Mi alma las sigue

En su incansable planeo desde la más alta copa

hasta el más profundo abismo.

Se pierde. Mi alma se va.

Me siento vacío, desnudo, como ese árbol

al que el temible viento ha ararancado

sin compasión, todas y cada una de sus hojas.

Soy un ente, sin finalidad, sin motivación.

Pero con una tenue esperanza de que muy pronto

volverá la primavera y me volverá a cubrir de hojas

Vistiendo mi alegría, alimentando mi emoción...

martes, 9 de junio de 2009

NADANDO A CONTRACORRIENTE

Siempre me he preguntado si es que en mi vida he hecho algo mal para encontrarme en la situación actual.

Tal vez, me pregunto, haya maltratado en el pasado a mi cuerpo, entonces lleno de energía y vitalidad, y ahora éste me haya dicho basta.

En cierto modo me cuesta creer que con tanta vida como tengo por delante, mi cuerpo ya no pueda dar más de si.

La verdad es que sí. Sí que he maltratado a mi cuerpo. Evidentemente de una manera inconsciente, pero lo he maltratado cada vez que me decía que hiciese otra cosa diferente a la que estaba haciendo.

Durante toda mi vida mi cuerpo, el cuerpo, nos manda señales para que vayamos corrigiendo el camino del que nos apartamos.

Cada vez que el cuerpo enferma, o se siente molesto por algo el mensaje que nos manda es claro: “necesito reposar para recuperarme”.

Y nosotros, imbuidos por esta sociedad tan pasada de vueltas, y por mil y una circunstancias personales, nos obligamos, una y otra vez, a continuar con la sexta a fondo para evitar un mal comentario de los que nos rodean.

Realmente así he actuado yo una y otra vez a lo largo de mis años de vida. Y claro, llegó un momento que mi cuerpo se puso firme y me gritó: “o paras o te paro a la fuerza”.

Una vez más no le escuché, no le entendí, mejor dicho, porque escucharle ya lo creo que le escuchaba.

Y me paró. Desde entonces he entendido muchas cosas, y la más importante es que no hay nada más importante que yo.

A esto, la sociedad enfermiza en la que estamos lo llama egoísmo, y rápidamente te “obligan” a rectificar la conducta.

Pues no. El egoísmo no es malo. El egocentrismo sí que es malo. Pero casi siempre se confunden los términos.

Si bien el segundo no permite colocarse en el punto de vista del contrario, el primero nos permite valorar la situación ajena, una vez hemos sopesado lo que nos representa para nosotros. La cosa es sustancialmente diferente.

Otra cosa que entendí a raíz de mi “parada obligatoria” fue que el mundo no nos obliga a nada, y que cuando decimos que “la sociedad me empuja a hacer algo” realmente lo que sucede es que no somos capaces de resolver un problema personal.

Y es entonces cuando nos hierve la sangre porque nadamos a contracorriente, y eso siempre es costoso.

La sociedad va lanzando mensajes, incansablemente, pero nosotros somos libres de recoger los que nos interesan. Nadie nos obliga a tener hijos, o a casarnos, por ejemplo, pero parece que si no lo haces eres raro, la oveja negra del rebaño.

Y claro, como nos han enseñado que si destacas por algo que la sociedad no avala, te estás equivocando y te acabarás quedando aislado y solo, pues nosotros acatamos todos y cada uno de sus mandamientos.

Pues no, ese es otro gran error. No pasa nada porque haga lo que me apetezca. Aunque signifique ir a contracorriente.

Será mas difícil, eso sí, pero estaremos haciendo lo que realmente queremos hacer. Y nuestro cuerpo estará en armonía con nuestra mente, y solo por esto estaremos sanos.

jueves, 4 de junio de 2009

¿QUIEN SOY YO?

Hoy he descubierto que no se quien soy. Que quien creía que era no era yo, sino tan solo el reflejo de todos aquellos que me rodeaban.

Tengo unas ganas atroces de conocerme, aunque me aterra lo que pueda encontrar.

Tengo ganas, tengo fuerzas, tengo herramientas y armas.

No se quien soy, pero se quien no quiero ser.