miércoles, 13 de abril de 2011

CRUJIDOS DE RELOJ

Fue cuando ella me dijo al oído que a su alrededor todo eran crujidos de reloj que quise escribirle, rayando el aire, palabras que el viento no le pudiese robar.

Mientras le acariciaba el pelo, y le mordisqueaba como una termita, reordené sus dibujos al revés, y nunca más volví a sentirme pequeño como una hormiga.

Así pasamos toda la noche, abrazados en zeta, y amanecimos siameses y comenzamos a contar el tiempo en latidos y nos repartimos los labios y los dientes y el hipo y del alfabeto, las impares.

Le pregunté si podía hacerme un paraguas con esos ojitos, para que solo me lloviesen sus miradas.

Y dejamos que el tiempo fuera tejiendo nuestros intentos de color.

Entonces volvió a susurrarme que ayer éramos norte y sur, dos hemisferios de un mismo planeta sin montañas. Ayer quisimos poner el tiempo al revés. Ayer que no amaneció.

Y hoy, tu piel estaba a todo lo ancho de mis fronteras…

Con un beso empezaremos la cuenta atrás hasta que despertemos al compás.

Nos quedamos en silencio los dos, sin que nadie nos vea.

Si te puedes derramar, le dije, yo me perderé en la orilla. Contigo es tan fácil esperar…

Y cuando llegué a creer que hablaba solo descubrí como la sombra de mi pequeña esquimal me hacía eco en los charcos.

Hemos llegado hasta aquí y sabremos antes que nadie si somos, de verdad, pedazos de algo importante.

Cuando miro al espejo te veo a ti, detrás de las paredes soy tu reflejo, en un cuadro sin cielo te descubrí, en un cierro los ojos, siempre te espero.

Desde la inmensidad de mi cama fría le escribo a mi querida solución lumínica, que desde que se ha ido mi calle es gris plomo, las paredes de mi cuarto blanco agrio, y mi jardín varillas de paraguas.

Ella lavaba mis penas a besos, como ochenta y seis cristales pequeños de jabón.

Sé lo que voy a pensar cuando lea esto mañana. Por algo lo escribí. No me arrepiento de nada.

Y escribiré cada día al dictado de sus parpadeos.

Porque siento que yo sin ti no soy, no hay nada.

Yo te esperaré siempre donde vivo ahora, en el filamento de la bombilla

Pero mientras tanto, voy nadando a mariposa entre tus manos, mi pequeña esquimal.

domingo, 3 de abril de 2011

LAS GRANDES PEQUEÑAS COSAS DIARIAS

Desde que he dejado mi anterior vida, la única vida que había conocido hasta ahora, y he comenzado a construir esta nueva vida, mi vida, la que hago yo, pieza a pieza y día a día con decisiones que tomo según los problemas que me encuentro a cada paso, he ido descubriendo que estoy lleno de manías, de pequeñas cosas que me gustan de una manera muy concreta y determinada.

No imaginaba que tenía tantas, pero hoy me he dado cuenta de muchas de ellas.
No es que sean cosas que me molesten en exceso, porque sigo siendo muy tolerante en muchas cosas.
Digamos que son cosas que me gustan de "esa" manera y cuando las veo así sonrío, y cuando no... las cambio sin más.

Son cosas como que la pasta de dientes no esté apretada por el centro, sino por el final.
Que la mantequilla se vaya gastando uniformemente, plana toda ella.
O que los cereales estén abiertos de una determinada manera y no como si se hubiesen abierto escapando de una manada de búfalos.

Así hay un montón de cosas...

También he descubierto en esta nueva etapa que me apetece empezar y acabar las cosas yo solo.
Quiero tener la certeza que yo he gastado ese bote de jabón sin que nadie más lo haya usado.
O haber utilizado tanto el estropajo que lo tenga que tirar, sabiendo que solo lo he tocado yo.

Quiero llegar a casa y encontrar la tele en el canal que la dejé ayer y no en otro diferente.
O saber que tengo una montaña de ropa por lavar y planchar y que no habrá nadie para que me lo haga, bueno, esto ya me pasa.

Quiero empezar una tableta de chocolate y saber que cuando me apetezca más habrá exactamente las mismas onzas que dejé en la nevera.
Empezar una botella de vino...bueno, eso siempre sabe mejor en compañía, que me refiero a pequeñas cosas diarias y no a grandes placeres mundanos.

Me apetece muchísimo empezar esta nueva etapa de soledad, comenzar a imaginar mi pequeño rincón de aislamiento diario, que solo enseñaré a quien me importe lo suficiente.
Me apetece muchísimo comenzar a vivir de nuevo, cada día, decidiendo sobre mis pasos.