viernes, 18 de mayo de 2018

AL BORDE DE LA LOCURA

Siempre fui buena persona. Siempre estaba para ayudar a los demás. Era el primer voluntario en todo y no me importaba sacrificarme por el resto, aunque perdiese yo. Pero entonces la gente se aprovechaba de mi. Y llegó la enfermedad para recordarme que debía ser yo mismo, y no solo una sombra. Y entonces empezó el cambio. Y empecé a dejar de ser un poco yo, porque aunque quería seguir ayudando a los demás, solamente recibía golpes. Y con cada golpe me hacía más y más duro. Más y más insensible. Hasta el límite en el que me encuentro ahora. Al borde del abismo que nos separa de la irracionalidad. A un paso de perder la cabeza y perder el norte. Suerte tengo de las estrellas que me arropan y me mantienen a este lado de la cordura...

martes, 11 de febrero de 2014

ODIO

Poco a poco, la gente que hay a mi alrededor me está cambiando. Tanto las buenas personas, que escasean, como las malas, que abundan. Recuerdo una peli, El chico de oro, en la que tenían a un pequeño budista metido en una jaula rodeado constantemente del mal. Incluso le daban de comer sangre y cosas podridas. Todo para corromper su alma y doblegarlo. Pues bien, a él no le consiguieron doblegar, pero hoy yo me siento igual que ese chico, constantemente sometido al mal. Y finalmente me han conseguido doblegar. Ahora ya si que he perdido la fe en el ser humano. Ahora ya no creo que pueda haber gente buena. De repente todo el mundo se ha convertido en un mal que quiere corroer mi vida. Ahora, las personas realmente buenas me lo van a tener que demostrar, porque para mi, la norma común será creer que todo el mundo miente, engaña y busca el beneficio propio a costa del dolor ajeno. Se acabó. Desde hoy mismo odio a los seres humanos.

viernes, 6 de julio de 2012

SEMILLA EN LA TIERRA

Hay veces que no somos conscientes de la huella que vamos dejando en el mundo. Pero entonces alguien te dice que te gires y cuando miras atrás ves que has sembrado y devastado campos de trigo a partes iguales. En ese preciso instante, por tu mente, pasan sentimientos altamente contradictorios. Te sientes bien por haber plantado algo que crecerá y ayudará a la gente. Por otro, sientes un gran vacío por el daño ocasionado. Y en ambos casos, no has sido consciente de ello, siendo ese el motivo de una mayor preocupación. Llegados a este punto, lo mejor es sentarte mirando sobre tus pasos para intentar extraer lo mejor de tu andadura, antes de volver a reemprender la marcha. Solo así, podrás seguir tu camino, sabiendo que algún día, cuando alguien te vuelva a recordar que mires atrás, volverás a ver campos sembrados junto a otros arrasados, porque es inevitable no dejar huellas en el camino, que a veces serán semilla en la tierra y otras, sal en las heridas.

miércoles, 22 de junio de 2011

LA FLOR

Un día que paseaba distraído en la lectura de un libro por un prado colmado de los infinitos colores de miles de flores y de otros tantos perfumes, tropecé con una flor que destacaba de entre las demás por su notable belleza. Era diferente en cada pétalo a las demás, y poseía algo indescriptible que hacía que mis ojos no se pudieran apartar de ella, era como si por un momento desaparecieran todas las demás flores y en el prado solo estuviéramos ella y yo. Me quedé con el libro abierto, y la boca también, y no fui capaz de reaccionar. Cerré el libro y volví a casa cambiado para siempre. Ya no sería el mismo, ya nunca me la podría quitar de la cabeza.

Cada día, con el libro bajo el brazo a modo de excusa, me dirigía al prado, y siempre me tumbaba en el mismo sitio, con esa flor justo delante de manera que un simple desvío de la vista y ella quedaba aún más grabada en mi cerebro. Y así día tras día hasta que uno, diferente a los demás, me atreví a decirle el efecto que sus hojas causaba en mí. Acercándome, lento e inseguro, acerté a decirle:

¿Sabes?

¿Qué?, me respondió ella.

He visto cómo te mecías en el viento y como tu tallo se contorneaba grácilmente. He visto cómo el sol brillaba diferente en ti, cómo tus pétalos eran el más fuerte reclamo, y he visto que las flores de tu alrededor no eran tan bonitas.

Eso no es verdad, me decía ella.

Ya lo creo que sí, porque desde aquí yo puedo ver todo el prado, y cómo tu eres la que más me gusta te voy a llevar conmigo para poderte mirar siempre y ver ese cuerpo mecerse con el viento, y a esos pétalos reflejar todo su encanto.

Entonces la arranqué de la tierra con mis manos y la planté en una maceta en mi corazón.

Pero al poco, vi cómo su cuerpo ya no se mecía con el viento ni sus pétalos brillaban con el Sol y le dije

¿Qué te pasa, es que no te cuido bien?

No es eso, pero es que aquí no están mis hermanas y aunque tu corazón es grande aquí no llega el mismo Sol que en el prado, y por eso estoy triste y decaída.

Yo, egoísta, apenas le hice caso y dejé que ella muriera sola, de pena, en mi corazón...

miércoles, 13 de abril de 2011

CRUJIDOS DE RELOJ

Fue cuando ella me dijo al oído que a su alrededor todo eran crujidos de reloj que quise escribirle, rayando el aire, palabras que el viento no le pudiese robar.

Mientras le acariciaba el pelo, y le mordisqueaba como una termita, reordené sus dibujos al revés, y nunca más volví a sentirme pequeño como una hormiga.

Así pasamos toda la noche, abrazados en zeta, y amanecimos siameses y comenzamos a contar el tiempo en latidos y nos repartimos los labios y los dientes y el hipo y del alfabeto, las impares.

Le pregunté si podía hacerme un paraguas con esos ojitos, para que solo me lloviesen sus miradas.

Y dejamos que el tiempo fuera tejiendo nuestros intentos de color.

Entonces volvió a susurrarme que ayer éramos norte y sur, dos hemisferios de un mismo planeta sin montañas. Ayer quisimos poner el tiempo al revés. Ayer que no amaneció.

Y hoy, tu piel estaba a todo lo ancho de mis fronteras…

Con un beso empezaremos la cuenta atrás hasta que despertemos al compás.

Nos quedamos en silencio los dos, sin que nadie nos vea.

Si te puedes derramar, le dije, yo me perderé en la orilla. Contigo es tan fácil esperar…

Y cuando llegué a creer que hablaba solo descubrí como la sombra de mi pequeña esquimal me hacía eco en los charcos.

Hemos llegado hasta aquí y sabremos antes que nadie si somos, de verdad, pedazos de algo importante.

Cuando miro al espejo te veo a ti, detrás de las paredes soy tu reflejo, en un cuadro sin cielo te descubrí, en un cierro los ojos, siempre te espero.

Desde la inmensidad de mi cama fría le escribo a mi querida solución lumínica, que desde que se ha ido mi calle es gris plomo, las paredes de mi cuarto blanco agrio, y mi jardín varillas de paraguas.

Ella lavaba mis penas a besos, como ochenta y seis cristales pequeños de jabón.

Sé lo que voy a pensar cuando lea esto mañana. Por algo lo escribí. No me arrepiento de nada.

Y escribiré cada día al dictado de sus parpadeos.

Porque siento que yo sin ti no soy, no hay nada.

Yo te esperaré siempre donde vivo ahora, en el filamento de la bombilla

Pero mientras tanto, voy nadando a mariposa entre tus manos, mi pequeña esquimal.

domingo, 3 de abril de 2011

LAS GRANDES PEQUEÑAS COSAS DIARIAS

Desde que he dejado mi anterior vida, la única vida que había conocido hasta ahora, y he comenzado a construir esta nueva vida, mi vida, la que hago yo, pieza a pieza y día a día con decisiones que tomo según los problemas que me encuentro a cada paso, he ido descubriendo que estoy lleno de manías, de pequeñas cosas que me gustan de una manera muy concreta y determinada.

No imaginaba que tenía tantas, pero hoy me he dado cuenta de muchas de ellas.
No es que sean cosas que me molesten en exceso, porque sigo siendo muy tolerante en muchas cosas.
Digamos que son cosas que me gustan de "esa" manera y cuando las veo así sonrío, y cuando no... las cambio sin más.

Son cosas como que la pasta de dientes no esté apretada por el centro, sino por el final.
Que la mantequilla se vaya gastando uniformemente, plana toda ella.
O que los cereales estén abiertos de una determinada manera y no como si se hubiesen abierto escapando de una manada de búfalos.

Así hay un montón de cosas...

También he descubierto en esta nueva etapa que me apetece empezar y acabar las cosas yo solo.
Quiero tener la certeza que yo he gastado ese bote de jabón sin que nadie más lo haya usado.
O haber utilizado tanto el estropajo que lo tenga que tirar, sabiendo que solo lo he tocado yo.

Quiero llegar a casa y encontrar la tele en el canal que la dejé ayer y no en otro diferente.
O saber que tengo una montaña de ropa por lavar y planchar y que no habrá nadie para que me lo haga, bueno, esto ya me pasa.

Quiero empezar una tableta de chocolate y saber que cuando me apetezca más habrá exactamente las mismas onzas que dejé en la nevera.
Empezar una botella de vino...bueno, eso siempre sabe mejor en compañía, que me refiero a pequeñas cosas diarias y no a grandes placeres mundanos.

Me apetece muchísimo empezar esta nueva etapa de soledad, comenzar a imaginar mi pequeño rincón de aislamiento diario, que solo enseñaré a quien me importe lo suficiente.
Me apetece muchísimo comenzar a vivir de nuevo, cada día, decidiendo sobre mis pasos.

miércoles, 30 de marzo de 2011

MAN IN THE MIDDLE

La prisa es un molesto viajero que se ha acomodado a mi lado.

Llevo tiempo intentando desprenderme de ella pero se aferra con fuerza.

Los días de euforia y desenfreno siempre desembocan en días de soledad forzada y amargura.

Últimamente he olvidado el centro de las cosas.

Solo veo en blanco o negro, olvidando los millones de grises que hay entre medias.

La montaña rusa que me atormenta vuelve a cobrar presencia para llevarme de la cima al fondo del abismo en un instante, sin dejarme disfrutar de la bajada.