viernes, 18 de mayo de 2018
AL BORDE DE LA LOCURA
martes, 11 de febrero de 2014
ODIO
viernes, 6 de julio de 2012
SEMILLA EN LA TIERRA
miércoles, 22 de junio de 2011
LA FLOR
Un día que paseaba distraído en la lectura de un libro por un prado colmado de los infinitos colores de miles de flores y de otros tantos perfumes, tropecé con una flor que destacaba de entre las demás por su notable belleza. Era diferente en cada pétalo a las demás, y poseía algo indescriptible que hacía que mis ojos no se pudieran apartar de ella, era como si por un momento desaparecieran todas las demás flores y en el prado solo estuviéramos ella y yo. Me quedé con el libro abierto, y la boca también, y no fui capaz de reaccionar. Cerré el libro y volví a casa cambiado para siempre. Ya no sería el mismo, ya nunca me la podría quitar de la cabeza.
Cada día, con el libro bajo el brazo a modo de excusa, me dirigía al prado, y siempre me tumbaba en el mismo sitio, con esa flor justo delante de manera que un simple desvío de la vista y ella quedaba aún más grabada en mi cerebro. Y así día tras día hasta que uno, diferente a los demás, me atreví a decirle el efecto que sus hojas causaba en mí. Acercándome, lento e inseguro, acerté a decirle:
¿Sabes?
¿Qué?, me respondió ella.
He visto cómo te mecías en el viento y como tu tallo se contorneaba grácilmente. He visto cómo el sol brillaba diferente en ti, cómo tus pétalos eran el más fuerte reclamo, y he visto que las flores de tu alrededor no eran tan bonitas.
Eso no es verdad, me decía ella.
Ya lo creo que sí, porque desde aquí yo puedo ver todo el prado, y cómo tu eres la que más me gusta te voy a llevar conmigo para poderte mirar siempre y ver ese cuerpo mecerse con el viento, y a esos pétalos reflejar todo su encanto.
Entonces la arranqué de la tierra con mis manos y la planté en una maceta en mi corazón.
Pero al poco, vi cómo su cuerpo ya no se mecía con el viento ni sus pétalos brillaban con el Sol y le dije
¿Qué te pasa, es que no te cuido bien?
No es eso, pero es que aquí no están mis hermanas y aunque tu corazón es grande aquí no llega el mismo Sol que en el prado, y por eso estoy triste y decaída.
Yo, egoísta, apenas le hice caso y dejé que ella muriera sola, de pena, en mi corazón...miércoles, 13 de abril de 2011
CRUJIDOS DE RELOJ
Fue cuando ella me dijo al oído que a su alrededor todo eran crujidos de reloj que quise escribirle, rayando el aire, palabras que el viento no le pudiese robar.
Mientras le acariciaba el pelo, y le mordisqueaba como una termita, reordené sus dibujos al revés, y nunca más volví a sentirme pequeño como una hormiga.
Así pasamos toda la noche, abrazados en zeta, y amanecimos siameses y comenzamos a contar el tiempo en latidos y nos repartimos los labios y los dientes y el hipo y del alfabeto, las impares.
Le pregunté si podía hacerme un paraguas con esos ojitos, para que solo me lloviesen sus miradas.
Y dejamos que el tiempo fuera tejiendo nuestros intentos de color.
Entonces volvió a susurrarme que ayer éramos norte y sur, dos hemisferios de un mismo planeta sin montañas. Ayer quisimos poner el tiempo al revés. Ayer que no amaneció.
Y hoy, tu piel estaba a todo lo ancho de mis fronteras…
Con un beso empezaremos la cuenta atrás hasta que despertemos al compás.
Nos quedamos en silencio los dos, sin que nadie nos vea.
Si te puedes derramar, le dije, yo me perderé en la orilla. Contigo es tan fácil esperar…
Y cuando llegué a creer que hablaba solo descubrí como la sombra de mi pequeña esquimal me hacía eco en los charcos.
Hemos llegado hasta aquí y sabremos antes que nadie si somos, de verdad, pedazos de algo importante.
Cuando miro al espejo te veo a ti, detrás de las paredes soy tu reflejo, en un cuadro sin cielo te descubrí, en un cierro los ojos, siempre te espero.
Desde la inmensidad de mi cama fría le escribo a mi querida solución lumínica, que desde que se ha ido mi calle es gris plomo, las paredes de mi cuarto blanco agrio, y mi jardín varillas de paraguas.
Ella lavaba mis penas a besos, como ochenta y seis cristales pequeños de jabón.
Sé lo que voy a pensar cuando lea esto mañana. Por algo lo escribí. No me arrepiento de nada.
Y escribiré cada día al dictado de sus parpadeos.
Porque siento que yo sin ti no soy, no hay nada.
Yo te esperaré siempre donde vivo ahora, en el filamento de la bombilla
Pero mientras tanto, voy nadando a mariposa entre tus manos, mi pequeña esquimal.
domingo, 3 de abril de 2011
LAS GRANDES PEQUEÑAS COSAS DIARIAS
miércoles, 30 de marzo de 2011
MAN IN THE MIDDLE
La prisa es un molesto viajero que se ha acomodado a mi lado.
Llevo tiempo intentando desprenderme de ella pero se aferra con fuerza.
Los días de euforia y desenfreno siempre desembocan en días de soledad forzada y amargura.
Últimamente he olvidado el centro de las cosas.
Solo veo en blanco o negro, olvidando los millones de grises que hay entre medias.
La montaña rusa que me atormenta vuelve a cobrar presencia para llevarme de la cima al fondo del abismo en un instante, sin dejarme disfrutar de la bajada.